A lo largo de la historia, el arte ha tratado a la representación estética de los animales como un recurso para expresar ideas y percepciones acerca de cómo las sociedades se comprenden a sí mismas; mediante la asignación de características humanas a ellos. Así, los significados otorgados a las figuras de los animales han sido un espacio interpretativo de constante pugna por la delimitación de un significado común, donde finalmente el uso de la figura animal en el arte, termina siendo un recurso comunicativo con gran eficacia simbólica para expresar visiones de mundo. Por ejemplo, el gran lobo del imperio Romano, que representa la protección y la fertilidad; el Jaguar en las culturas precolombinas y su relación con el poder, o el águila de Estados Unidos y la libertad.
A partir del estallido social de octubre de 2019 -articulado con un estallido visual en los muros de las ciudades de Chile-, resulta interesante observar las nuevas connotaciones que se le otorgan a la representación de animales a través del muralismo. Cabe señalar que en los momentos de cambio social intenso, no solo se reestructuran los sistemas políticos, económicos y sociales, sino también los imaginarios que sustentan los regímenes estéticos y políticos. De esta manera, el significado que le otorgamos a ciertos animales, también se resignifica acorde a los valores e ideales culturales. Es por esto que una observación de las representación animal en el arte callejero puede ser una aproximación interesante para describir los valores simbólicos del estallido social. En este artículo se exponen dos formas en las que aparecen en el espacio público figuras de animales que reestructuran las significaciones pre establecidas sobre ellos.
La serpiente y el feminismo
La relación de la figura de la serpiente y de la mujer se remonta al antiguo testamento, en el pecado de Adán y Eva. La historia cuenta cómo la serpiente -según Dios, el animal más astuto-, engaña a la mujer y la hace comer del fruto prohibido. Esto, desata la ira de Dios, expulsando al hombre y la mujer del jardín del Edén, tal como relata el siguiente pasaje de la biblia en el antiguo testamento:
14 Entonces el SEÑOR Dios le dijo a la serpiente:
—Por haber hecho esto,
entre todos los animales, sólo tú serás castigada.
Tendrás que arrastrarte sobre tu vientre
y comerás polvo todos los días de tu vida.
15 Haré que tú y la mujer sean enemigas
y que tu descendencia sea enemiga de la de ella.
La descendencia de ella buscará aplastarte la cabeza
mientras tú le tratarás de picar en el talón.
16 Después Dios le dijo a la mujer:
—Te daré más trabajo
y multiplicaré tus embarazos;
y con todo y tu duro trabajo,
tendrás también que dar a luz a los hijos.[a]
Desearás estar con tu marido,
pero él te dominará a ti. [b]
Al leer e interpretar el texto, se devela la relación que los cristianos crean entre la figura de la mujer, el pecado original y la serpiente. Desde esta perspectiva, la serpiente representa el engaño y la astucia; una criatura fría y calculadora que le da la espalda a Dios. Dada esta relación, la serpiente es aplastada por la virgen, representando el control sobre el pecado que implica la sexualidad. Esto, se puede observar en la Ilustración “la virgen contra el pecado” donde una figura femenina, probablemente la virgen María, aplasta una serpiente, proyectando un triunfo de la mujer ante el pecado de la sexualidad.
En las representaciones murales del estallido social, el arte feminista busca re-interpretar este mensaje, ya no desde el seguimiento culposo del mandato de Dios que relega a la mujer a un segundo plano de la vida social, sino más bien desde la negación de este a través de la alianza con la serpiente; ahora su mejor aliada. Desde esta visión y como se observa en las obras de las artistas, Sol Barrios y Paloma Rodríguez, la mujer es cómplice de la serpiente. En la obra de Paloma Rodríguez, es posible asociar la rebeldía de desafiar a Dios, comiendo el fruto prohibido -la nueva Constitución-, pero sin vergüenza, orgullosa y empoderada a través del animal.
De esta manera, en las representaciones la serpiente es re-interpretada como un acto subversivo y crítico de la concepción del cristianismo -uno de los pilares de la civilización occidental- sobre la mujer. Esto da cuenta de la disputa por un nuevo marco valórico para interpretar las formas en que se conciben las relaciones, los roles de género y la sexualidad.
El huemul, el cóndor y la identidad nacional
Con el inicio y construcción de los estados nacionales, sus artífices buscaron símbolos para construir elementos comunes con los cuales conformar estas nuevas organizaciones llamadas países. En este proceso nacieron los himnos, las banderas y los escudos nacionales. Dentro de todos estos nuevos imaginarios, las representaciones estéticas de los animales sirvieron como recurso para darle sentido a los nuevos proyectos nacionales. En ese contexto, en Chile comienza el uso del cóndor y el huemul dentro del escudo nacional, pero ¿qué representan estos animales?
En 1925, Gabriela Mistral los definió así en una columna denominada “Menos cóndor y más huemul”: “los chilenos tenemos en el cóndor y el huemul de nuestro escudo un símbolo expresivo como pocos y que consulta dos aspectos del espíritu: la fuerza y la gracia” . La poetisa definió al cóndor con rasgos asociados –desde la sociedad binaria– a lo profundamente masculino: “el cóndor significa el dominio de una raza fuerte; enseña el orgullo justo del fuerte. Su vuelo es una de las cosas más felices de la tierra”, mientras que el huemul simboliza rasgos de lo que se entiende históricamente como femeninos: “el huemul quiere decir la sensibilidad de una raza: sentidos finos, inteligencia vigilante, gracia. Y todo eso es defensa, espolones invisibles, pero eficaces, del Espíritu”. En esto la autora habla de un cierto equilibrio y duplicidad que conforman esta pareja de animales, las cuales retratan una forma binaria de organizar la sociedad.
A partir de la revuelta de octubre de 2019, es posible interpretar cómo el escudo nacional y sus animales fueron intervenidos, increpados y re-interpretados. En primera instancia podemos ver en la obra de Kastro cómo un cóndor carroña a un huemul, mientras que en la obra de Caiozzama, es atacado por unos perros. Siguiendo la idea de Mistral, podemos entender a ese cóndor carroñando al huemul como una crítica a la fuerza y a la razón que representa al cóndor, ya que no permitiría la expresión de otros valores que representa el huemul. Ambas obras presentan críticamente un cambio de paradigma al exponer cómo históricamente ha prevalecido el cóndor por sobre el huemul, proponiendo avanzar hacia un lado contrario, donde las características asociadas a lo femenino logren nivelar sobre aquellas asociadas a lo masculino.
La re-interpretación de estos símbolos patrios no se queda ahí; se observa, por ejemplo, diversas intervenciones del escudo nacional sobre los muros. Pues, en los actuales momentos de cambio social –o momentos constituyentes–, las reglas se re-escriben. En este sentido, una propuesta provocadora, se puede observar en la Ilustración donde la artista agrega al negro matapacos al centro del escudo, agregando el carácter criollo, kiltro y popular que compone nuestro país al emblema nacional. Otra idea, es lo que observamos en la Ilustración de Kastro, donde simplemente se propone cambiar al cóndor y al huemul por otros animales: un chungungo, un zorro y un flamenco, acompañados de un guñelve en el centro, en contraposición de la estrella patria.
Tras este ejercicio de reconfigurar los símbolos patrios, se evidencia una lucha por la representación de una nueva forma de concebir a la nación, en la cual el huemul y el cóndor ya no tienen la suficiente eficacia simbólica para ser concebidos como espacios subjetivos. Cabe preguntar, ¿Cuántas personas han visto un cóndor o un huemul en sus vidas? ¿Cómo conviven los pueblos indígenas con ellos?
El cóndor y el huemul, así como también la bandera o el himno nacional, fueron decididos por la élite fundadora del país, que a partir su visión de mundo -hegemónico, blanco, masculino-, decidieron cuáles eran las directrices del emergente país. Más allá de la tradición, es necesario encontrar nuevos espacios de representación.
En este sentido, el arte -y en especial aquel que se da en el espacio público- se configura como un espacio para debatir sobre lo que entendemos y sobre lo que nos une como sociedad. Los momentos constituyentes son espacios en la historia donde todo es increpado y se abre un espacio imaginativo en el cual los límites de la sociedad se vuelven difusos, y por ello mismo, es posible y necesario pensar y articular nuevas representaciones.
En estos momentos no existe una respuesta concreta a ¿qué animales nos representan actualmente? Más bien existe un espacio para pensar en plasmar algo que intente representarlo. En ese sentido, el animal más presente en las manifestaciones del 18 de octubre de 2019 fue el famoso Negro Matapacos. Este kiltro chileno representa al pueblo mestizo, un personaje carismático que aglutina una serie de características comunes, con las cuales el propio pueblo se representa: mestizo, rebelde, fiel, valiente, sacrificado, que resiste y que no se queda callado. Este perro habla del sentir callejero de esos agitados días de protestas, pero también habla acerca de hacia dónde vamos como sociedad y de lo que queremos ser.
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