Identidad, cuerpos y calle: La reinvención del estilo propio

Las imágenes son la superficie donde se refleja la humanidad; productoras de sentidos y al mismo tiempo capaces de desarticularlos. Las imágenes son control y rebeldía, norma y arte, testimonio y censura. Los cuerpos son imágenes al servicio o en resistencia de la máquina social, cargados de una multiplicidad de ideas y sensaciones, pero jamás en situación de neutralidad.

Dicho esto, no es trivial preguntarnos por el vestuario en tanto objeto que cubre los cuerpos y que, al mismo tiempo, comprende una exigencia para la vida pública.

Estos últimos años hemos podido ver un exponencial flujo de información que concientiza con respecto a las implicaciones que acarrea la industria de la moda, tanto a nivel ecológico como a nivel social. Esta industria se ha visto en el centro de múltiples polémicas que se suman al estigma de frivolidad con que la vestimenta carga hace décadas. Aun así, parece quedar al debe la divulgación de reflexiones que se relacionan a la, aparentemente contradictoria, profundidad de la superficialidad. La ropa es un campo que acarrea consigo discusiones relevantes sobre la identidad que aun representan un motivo de discriminación y segregación en nuestros días.

Caso Cross Colours

Cross Colors es una marca de ropa lanzada en 1989 por Carl Jones. Esta marca se posicionó bajo la premisa de producir “ropa sin prejuicios” impulsando un mercado de moda basado en la juventud afroamericana y en respuesta a la blanquitud dominante en las estéticas generales de la industria.

Cross Colors llegó a cambiar las lógicas de este mercado, siendo la primera marca de ropa en ampliar el espectro de las tallas, los cortes y, a su vez, abarcando las diferentes necesidades que presentaban los cuerpos y sentires de una comunidad. Esta marca, que logró fama tras vestir al elenco de El Príncipe del Rap, representó una nueva voz para la juventud, transformándose en una línea de diseño inclusiva que difundía mensajes políticos y sociales al mismo tiempo que permitía visibilizar un sentimiento de orgullo por una identidad y cultura históricamente marginada.

Hasta hoy, Cross Colours representa un emblema del streetwear, un proyecto visionario que impulsó a parte de la industria, a cambiar las formas de hacer moda y a cuestionar la concepción de los cuerpos bajo estándares hegemónicos. 

La escena actual

El último tiempo, hemos comenzado a cuestionar cada vez más la costumbre normalizada de la división categórica de la vestimenta; secciones de hombre, de mujer, de niño, de niña, de joven, de señora, etc; un sistema que no solo nos obliga a consumir, sino que además delimita y restringe el consumo que finalmente terminará por traducirse en nuestra apariencia.

El Streetwear, según la revista Vogue.mx “ (…) es el resultado de querer crear moda sin pretensiones. Anteponer la comodidad y las tendencias que se ven en las calles cotidianamente (…)” Sin embargo, parte de la creciente industria creativa de vestimenta en nuestro país, que tendría cabida dentro de esta corriente urbana que traslada las estéticas de la calle a la indumentaria, se ha posicionado también a través de formas que desafían la norma, resistiendo al binarismo que aún opera en gran parte de los aspectos de la vida pública. El género ya no es una determinante para la creación; aquello que comprendía un pie forzado en la producción de moda, parece destinado a la obsolescencia.

Cmiller, Pedritos, Clubparticular, Nikinky, Mandragorous, son algunas de las marcas que hoy apuestan por ofrecer lienzos mediante la vestimenta; terrenos habitables por diversas y heterogéneas identidades, sin encauzar hacia formas predeterminadas de ser y reconocerse. Y es que todo parece apuntar a un futuro que da cabida a “otras” miradas donde las formas “correctas” de sentir o entenderse se diluyen, y donde las propuestas tendrán el desafío de abrir caminos en vez de cerrarlos