Fecha: 11/12/2020
Artista entrevistada: Juana Pérez
Entrevistada por: Natalia Stipo
Con raíces que transitan desde la historia muralística más folclórica de nuestro territorio, hasta la influencia directa del hip hop. Desde la exploración de mundos subjetivos hasta el trabajo colaborativo. Juana Perez lleva más de 13 años pintando y escribiendo la historia de mujeres en el arte urbano.
La educadora de formación, ha llevado esta vocación a la dimensión artística que se toma las calles. Por medio de una estética que ha curtido durante años –y que ya se ha vuelto reconocible– Juana Pérez lleva un sólido discurso social y comunitario a los muros del espacio público.
En esta nueva edición de Mujeres escribiendo la calle, conversamos con Francisca, mejor conocida como Juana Perez.
Con raíces que transitan desde la historia muralística más folclórica de nuestro territorio, hasta la influencia directa del hip hop. Desde la exploración de mundos subjetivos hasta el trabajo colaborativo. Juana Pérez lleva más de 13 años pintando y escribiendo la historia de mujeres en el arte urbano.
La educadora de formación, ha llevado esta vocación a la dimensión artística que se toma las calles. Por medio de una estética que ha curtido durante años –y que ya se ha vuelto reconocible– Juana Pérez lleva un sólido discurso social y comunitario a los muros del espacio público.
En esta nueva edición de Mujeres escribiendo la calle, conversamos con Francisca, mejor conocida como Juana Perez.
¿Qué opinas sobre el estado actual del arte urbano en nuestro territorio?
Por un lado, lo que veo actualmente es una escena activa y creativa en distintas áreas. La diversidad de técnicas y formatos hace que el panorama sea más entretenido e interesante, y eso, de alguna forma, marca una diferencia con lo que se veía antes. Tal vez, en contraste a lo que sucedía tiempo atrás, es posible encontrarnos con muchas personas que se dedican cien por ciento al arte a través de la auto gestión. Sin embargo, la falta de espacios y oportunidades para quienes trabajamos en este medio, sigue siendo un problema. La autogestión es un gran desafío que se traduce en resultados muy interesantes, pero el hecho de que esto sea una necesidad debido a la poca inversión por parte de las instituciones, obviamente precariza el rubro.
Por otro lado, creo que aún están latentes los vestigios de la historia más represiva en Chile; la dictadura, y eso es palpable en la vigencia de un sistema opresivo que censura las expresiones artísticas. Todo esto yo lo resumo en identificar a los artistas del espacio urbano como artistas en resistencia –aunque no todos–.
¿Qué significa para ti el arte urbano a nivel personal y a nivel social?
Para mi, el arte urbano es la apropiación del espacio público de manera libre, creativa y espontánea. Es una acción de resistencia frente a las imágenes del mercado y la publicidad que opera en el espacio público.
En lo personal, el arte urbano es la manera que tengo de manifestar una visión política, la mirada que tengo de la vida y de la historia del continente que habitamos; una historia atravesada por la colonización, los abusos y los genocidios. En ese sentido, mi enfoque es el de representar, de alguna forma, el sentir histórico y contemporáneo de nuestro continente en defensa de las raíces; de nuestros orígenes. Por un lado, y si bien reconozco el valor de ciertos aportes que ha traído consigo la “civilización”, esto también se ha traducido en el exterminio de muchos pueblos y la desvalorización de sus culturas. Al observar esta realidad en la actualidad, intento revertirla en un sentido simbólico. Para mi, los muros representan una plataforma para la educación y la puesta en valor de los saberes más ancestrales. En este sentido, me parece interesante poder darle una mirada más contemporánea a la expresión urbana a través de esa lectura que nace desde la revalorización de nuestros orígenes.
En el ámbito más social, creo que el arte urbano es un aporte al buen vivir de las personas. La ocupación del espacio público es algo que, en general, se le ha otorgado solo a los poderosos, al mercado y al estado. Son ellos quienes deciden sobre los espacios comunes, dejando de lado los intereses y sentires de la comunidad. Por eso, en mi trabajo he buscado integrar a las personas que habitan los espacios que intervengo, esto es algo que me parece fundamental para ser consistente con mi visión y mis valores. Cuando realizo estos murales que parecen entramar un tejido, intento de alguna forma simbolizar una construcción conjunta. Si se llega a imponer una estética sobre un barrio sin considerar su historia, volvemos a caer en la lógica de un sistema opresor.
El arte debe operar desde lo humano, no al servicio de intereses ajenos o del mercado.
¿Con qué dificultades te has encontrado como artista mujer?
Pese a que estamos en el 2020 y el movimiento feminista ha tomado cada vez más fuerza, una sigue observando, constantemente, cómo muchos proyectos todavía se llevan a cabo solo entre hombres, la paridad en esta area es aún algo lejano. El hecho de ser mujer y estar pintando en la calle, te enfrenta constantemente al desafío de posicionarse y tomar terreno. Llevo harto tiempo dedicándome a esto y creo que el machismo todavía es lo más predominante en cuanto a dificultades.
Por otro lado, nos enfrentamos constantemente a una suerte de sanción social por el único hecho de ser mujer y andar pintando en la calle. Desde que te tilden de vagabunda hasta enfrentarte con piropos y comentarios desagradables; las segundas lecturas parecen estar siempre a la orden del día.
Hoy en día trato de romper con los estereotipos, intento ser como cualquier otra profesional en su área, sin la predisposición a vestirme o actuar de una forma en particular respondiendo a lo que me dedico.
Creo que las mujeres hemos tenido que aprender, sobre la marcha, a transitar en este medio, a poner límites y sentirnos más tranquilas con nosotras y nuestro trabajo al mismo tiempo que buscamos poner en valor nuestra obra.
En un principio, por ejemplo, yo me tapaba la cara para pintar en la calle, y desde ahí también el alias “Juana Perez”, una que podía ser cualquiera, porque, de alguna manera, quería que fuera mi obra lo principal, sin dar espacio a que la atención se desviara hacia quien soy yo. Sin embargo, con el tiempo y el crecimiento profesional y personal, me he dado cuenta que también es importante poner en valor a la persona detrás de la obra. Aun así, mi mayor objetivo siempre será dar visibilidad a lo que hago, mucho antes que a mi como artista. Espero que la obra hable por sí misma.
¿Cuales son tus proyecciones?
Dentro de mis proyecciones está mantenerme fiel a mi misma, fiel a mis valores; seguir aportando a la comunidad. Yo estudié para ser educadora, y al no haber optado por una carrera en el aula de clases, he buscado desempañar el camino de la educación en un sentido más amplio, a través de las calles.
Durante mi trayectoria he trabajado con muchas comunidades, comunidades migrantes y comunidades de pueblos originarios. En estos procesos he podido aprender muchas cosas que luego busco traspasar a los muros y compartir a través de actividades, pudiendo llevar estos contenidos a más personas. Creo que este enfoque y lo que representa, es primordial para mi y quiero mantenerme en esa línea.
En marzo me iré a México a trabajar nuevamente con comunidades y con eso espero seguir aprendiendo sobre los saberes y símbolos que nos anteceden, continuar trabajando en torno a los orígenes que son la base de nuestra identidad latinoamericana.
Otro eje importantísimo para mi, que representa un ámbito fundamental en mis proyecciones, es seguir trabajando junto a mujeres. Creo que es importante no quedarse solo en la crítica a un sistema machista, sino que también actuar para desestructurarlo. En ese sentido, siento la necesidad y la responsabilidad de seguir articulando redes de mujeres, trabajando desde la sororidad.
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