La obra de Violeta, en sus propias palabras, está directamente influenciada por la estética de la calle y sus dinámicas –tanto familiares e íntimas, como públicas y colectivas–. Así, la feria y el comercio libre, con sus elementos y relaciones, han resultado un referente fundamental en las propuestas visuales de la artista. Dentro de este mismo universo, la rebeldía y la libertad contenidas en el graffiti –narrativa que se articula en las paredes de la ciudad– entrañan virtudes y emociones que, para Violeta, se presentan muchas veces como el motor de sus activaciones.
Si bien la calle es un pilar innegable en el trabajo de Violeta, la sensibilidad que se extrae de sus propios procesos emocionales y vivenciales, vienen a representar la piedra angular en la lectura de su trayectoria como artista. Al recorrer sus obras, es posible encontrarse con una suerte de crónica que retrata sus estados más profundos a través de simbologías; un relato autoficcional que ensambla la intimidad de la artista con la colectividad de la calle.
Entre estos mundos, sobre todo, se teje una figura de admirable osadía, llevando un dibujo que muchas trasladamos al imaginario del recuerdo de nuestro diario de vida, a un escenario de vulnerabilidad histórica para las mujeres. La imagen en su estado más crudo, “inocente” y antojadizo, crea un relato de irreverencia y resistencia frente a una escena reglada, juiciosa y masculinizada. Es así como el trabajo callejero de Violeta Delfin se vuelve tan sutil como poderoso y vinculante.
En Historia del Arte, así como en el espacio público, Violeta dió rienda suelta al flujo de sus emociones y a las circunstancias con el estilo instintivo que la caracteriza y la vuelve reconocible al recorrer distintos barrios de la capital. Sin embargo, la residencia, el tiempo laxo y el resguardo del espacio, dieron paso a una autonomía diferente, que permitió una experiencia de apropiación calma y exenta de represalias. Todo esto se vuelve visible hoy en los muros del galpón de Factoría Franklin; un trabajo franco y desinhibido, que aunque contenido por la seguridad de la estructura, se hermana con la energía dinámica y espontánea que se vive a pocos metros sobre Franklin con Santa Rosa.
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