Fecha: 28/9/2022
Artista Entrevistado: Danny Reveco
Entrevista por: Isidora León
Conversando con Danny Reveco surgió el tema de los afectos públicos, un tema muy estudiado actualmente y que nos habla de nuevas interacciones sociales que van en contra del individualismo que genera la rapidez, la publicidad y el capitalismo.
La esfera pública enfocada en los afectos sería capaz de generar una experiencia transformada en las interacciones de la calle. El graffiti es un campo performático que podría modular estos afectos y detener las miradas productivizadas de los transehúntes, tal vez como una reformulación de la posibilidad misma de lo público.
La actual forma de habitar la ciudad profundiza la subjetivacion neoliberal en donde las heridas de décadas de desamparo se expresan y se escenifican. Esas escenificaciones, de heridas sobre el cuerpo, salud, y la educación podrían transformarse por una relación afectiva y expresiva.
Tus murales no han estado exento de censuras. Cuéntame de tu experiencia en el mural “Cuando se acabó Chile”, ¿Qué significó para ti que fuera vandalizado y cómo lograste re-significarlo creativamente?
“Cuando se acabó chile” es un reconocimiento a la dignidad de las personas, a la genialidad de la inventiva popular para darle cara a los aparatos de control y a la organización frente a la precarización de la vida, el afecto como potenciador de la revuelta, a lxs artistas como contribuyentes activos de los imaginarios locales. Pero también visibiliza las problemáticas que históricamente nos atraviesan y la violencia que se ejerció y ejerce sobre la población. Y esta perspectiva comprometida del arte con su contexto y la crítica, es molesto para ciertos grupos y personas, lo que llevó a que lo censuraran en primera instancia con pintura amarilla.
En lo emocional no me afectó que borraran el mural, eran solamente días de trabajo perdidos y yo ya tenía el registro de la pieza terminada, podría haber dejado la historia hasta ahí. Se perdía una pieza hace poco terminada, pero no estaba perdiendo mis ojitos, ni mi vida, ni estaba cayendo preso, que era la real situación en las calles. En aquel momento me puse ese parámetro antes que el ego como creador.
Además, se sabe que cuando pintas en la calle es sin llorar, Porque puedes pintar un día y al otro volver y ya no está o que el mismo paso del tiempo vaya degradando la pintura. La calle es dinámica, uno se entrega a ese flujo y sus capas, quienes trabajamos en la calle nos volvemos parte de ese aglomerado histórico que es la ciudad y eso es mejor tenerlo claro.
Pero no me taparon solo a mi, fue una oleada de censura por los distintos territorios a las diversas manifestaciones que les colegas hicimos como contribución a lo que estaba sucediendo. Esto es distinto a las tapaduras a las que estamos acostumbrades quienes trabajamos en la calle. Es una práctica histórica que el fascismo incurre en contextos sociales convulsionados. En dictadura taparon “El gol de Chile” que hizo la BRP con Matta, botaron a picotazos el muro de Escámez el “Principio y fin”, acá en Valpo, en Playa Ancha, el mural de Argomedo realizado por estudiantes de arte en colaboración con vecinxs, también sufrió de borradura con cal. Es una estrategia burda que vuelve a emerger e intenta borronear los imaginarios que en conjunto vamos construyendo. Es una estrategia violenta, cero empática, que no contribuye nada, que no propone, solo muestra la poca capacidad creativa de estos grupos, la falta de sensibilidad que tiene ese sector de la sociedad y su limitante perspectiva de realidad.
En ese momento me propuse dar una respuesta creativa, que diera cara desde mi propia práctica. Así que añadí a un “chaqueta amarilla” y conservé la mancha censuradora como si ese personaje estuviera manchando la composición. No quise restaurarlo, mi intención era sumar la capa de la censura y resignificarla, para traer a la vista la disputa política de la calle. También sufrí de ciberacoso por parte de estos grupos, recibí distintas amenazas de muerte y mensajes de oído, que me vendrían a buscar, que donde me pillaran me iban a golpear, que era illuminati, masón, chavista… ja ja… Ahí me di cuenta que es gente con una frecuencia súper rara en torno a la realidad, hace conexiones delirantes de lo que uno puede ser y sucede. Después de un tiempo lo volvieron a tapar casi entero con pintura café, a lo cual nuevamente acudí al muro a pintar y resignificarlo, sumándole más personajes en relación a lo que estaba sucediendo a más de una año de la revuelta. Para mí, se tornó como una especie de archivo abierto, un mural dinámico, un retrato de nuestra sociedad.
-Basta!!! de impunidad; Es una serie de abrazos, donde se fijó la mirada en los afectos como forma de resistencia.
¿De qué formas crees que la resistencia puede ser relacionada a los afectos en un mundo donde la inmediatez y la violencia está por sobre todo?
Basta de impunidad, es una serie de abrazos que retrata dos situaciones, una parte es el retrato de presxs políticxs en el momento preciso de salir de la cárcel, al reencuentro con sus seres amados. Imágenes que vi en la red y me removían al verlas. Acompañado de unos códigos QR al costado de la imagen que te llevan al registro audiovisual de ese momento.
Decidí retratar ese gesto primario de juntar el pecho y apretarse fuerte para sentirse cerquita y queride, porque veo ahí una forma simple pero muy potente de lo que aquí se vive, porque hemos presenciado un proceso que atenta contra la vida de manera brutal con todo un aparataje de guerra desplegado y es esa misma estructura que aún tiene varios presxs y no solo de la revuelta, también mapuche en cana desde antes del estallido.
La otra parte de esa serie es el mural afuera del ex juzgado de Pudahuel donde se muestra el gesto que realiza la madre de Oscar Pérez, la Sra. Marta hacia la señora Dayse, madre de Anthony Araya, a las afueras de la clínica donde estaba internado su hijo. Ambos jóvenes víctimas de la más brutal represión que vimos en las manifestaciones. La señora Marta va a la clínica especialmente abrazar a la señora Daisy, en un acto de empatía, para decirle que no está sola en ese doloroso proceso. Entrevisté a la señora Marta y realicé un video donde cuenta esta situación. El código QR que tiene el mural te lleva a ese video entrevista. La estrategia del código y el registro audiovisual, busca mostrar el contexto de las imágenes que pinté y eso, pienso yo, le da profundidad a la imagen retratada, porque no son abrazos comunes, sino que abrazos que se vuelven un gesto de reivindicación de la vida por lo que significan en su contexto.
No sería tan tajante al pensar que la violencia está sobre todo. Hay un grupo que tiene las armas y los medios de producción y comunicación, que son quienes históricamente ejercen violencia, porque es desde ese poder económico impuesto desde donde maquinean la realidad, para sembrar el miedo y mantener sus privilegios.
Lo que vi desde el lugar que habito, fue otra cosa diametralmente distinta y es también lo que me enseñó la revuelta, es que los afectos fueron su potencia. Porque cuando no hay comida en la casa, te colectivizas en la olla común, cuando la tele nos miente descaradamente, las paredes se saturan en denuncia, cuando una escultura pública nos violenta por lo que representa, se bota colectivamente, cuando atentan contra la madre naturaleza sus hijes se levantan, como nos enseña Elicura Chihuailaf. Y es así como vi el descontento, un punto de fuga en la lógica de la competencia, donde el tiempo habitual de la ciudad se paró. La calle dejó de funcionar en su lógica mercantil y aparecieron cosas muy interesantes en aquel contexto tan atroz. Vi la empatía, el apañe, la denuncia, el registro de la violencia ejercida, la organización social frente a la injusticia. Ahí entendí que de alguna manera los afectos forman resistencia, cuando estuvimos totalmente desprovistos y nuestras libertades individuales y colectivas se encontraban bajo amenaza, nos tuvimos a nosotres, a tu seres querides, a tus vecinxs, a tu piño, a tu grupo de afinidad, a tu comunidad.
-¿Cómo empezaste a pintar en la calle?
Pinto desde muy chico y en la calle como desde los 10 o 12 años, empecé como muchxs tageando, haciendo flop, tenias mis chapas y salía con los amigos de Lo Prado a rayar por ahí, éramos los D.A.I. (Desplante Artístico Innato) nos fabricábamos nuestros plumones, porque las latas se veían poco, yo era el más pequeño del grupo, algunos me cuidaban como el hermano chico. Vacilábamos el hip hop, organizábamos tocatas, yo patinaba también, habían otrxs que bailaban break dance, otres cantaban, siempre he sido bien callejero y fue linda esa época, sin romantizarla tampoco porque igual había ataos feos de “pandillas”, cosas de pendejos.
Pero el primer mural, fue en mi pieza, en el block donde vivíamos con mi mamá y hermanxs. Dibujé dos Pehuén al centro de la pared, un rostro de mujer en primer plano a la derecha y un anciano indígena a la izquierda, todo hecho a puro lápiz grafito que sobajeaba con el dedo para que quedara parejo y así poder crear efectos de luz y sombra. Esta habitación tenía un ventanal que daba a la calle y mis vecinxs podían verlo desde la vereda cuando ingresaban al block.
Igual, mi inquietud siempre ha sido amplia, porque no solo pinto, he expandido mi práctica hacia otros lenguajes como la performance y el video, cuando chico era lo mismo, fabriqué esculturas de basura de rostros gritando hechas de base de cartón con papel de papa fritas moldeado con el fuego de un encendedor, tallaba pequeñas figuritas en velas con corta cartón y agujas para los detalles más finos, intervine el techo de mi pieza con cientos de cajas de cigarro, tenía a todxs lxs amigxs juntándome cajas de Belmont 10, la idea era que desde la lámpara circular de la habitación salieran círculos de caja hacia afuera, quería generar una especie de sol en el techo de mi pieza, me inventaba cosas con lo que tuviera a mano, aún lo sigo haciendo.
-¿Qué experiencias han marcado tu trayectoria en la pintura/performance urbana? ¿Cuáles han sido las dificultades que has tenido como artista?
Yo siento que es un conjunto de cosas que me van tejiendo. Desde chico me gustaba ojear las enciclopedias, esas colecciones que te las iban a vender a la puerta de tu casa en cómodas cuotas, sistema de venta doméstica de libros que ya no se ve.
También recuerdo a un pintor aerosolgrafista que me regaló mi primera válvula de spray porque mi papá me sopló al oído la respuesta a una pregunta que él había hecho sobre el inicio de esa práctica artística. El mundo del hip hop, como te comentaba antes, también marcó mi experiencia o La profe de historia del “Centro Educacional Pudahuel”, que me cambió el libro “El código Da Vinci” (el best seller pirateado de ese momento y que yo estaba leyendo XD), por “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano. O la creatividad de las ampliaciones hechizas que se hacen en los blocks donde me crié, porque las familias crecen y urge el espacio y el gobierno nos mete en cajas de fósforos, el apoyo mutuo que surgía en esa misma pobla, con la rifa para ayudar a quien la estaba pasando mal, la colecta de dinero pa’ el vecine que se murió, el teléfono particular de uso público de la señora Carmen que arrendaba por 100 pesos los tres minutos, donde te podían llamar en caso de emergencia o por una pega, en ese tiempo, hace no tanto tampoco, los celulares aún no llegaban a los bordes de la ciudad.
Para mi, todas esas cosas marcan una manera de hacer que pasa por el cuerpo y construye experiencia. Ese ingenio y la astucia de los cuerpos precarizados, es la poesía que persigo con mi práctica, entre la denuncia, la estrategia de sobrevivencia y el afecto camina mi trabajo, que para mi es un viaje que decidí emprender.
Es raro hablar de dificultades porque uno se pone medio llorón. Porque te puedes quedar esperando a que lleguen las condiciones óptimas para la realización creativa pero eso te lleva a la frustración o a angustiarse por todas las cosas que podrías hacer teniendo los recursos necesarios. Prefiero el otro lado, el de una posición activa, apegada a esa idea de hacer con lo que se tenga a mano, el mundo popular me enseñó eso. Yo nunca he tenido taller por ejemplo y eso no me ha frenado pa’ hacer arte, me voy acomodando a la situación.
Pero, sin duda, la precarización del medio artístico es una dificultad para les creadores, que tiene consecuencias a toda escala en la vida personal. Existe una idea sobre el arte, que no es entendido como trabajo, que te pagan con el prestigio de exponer o pintar en cierto lugar, te invitan a X evento pero no se ponen con nada y así distintas situaciones por el estilo, que no contribuyen y son pura resta. Pero finalmente soy una persona que se dedica a hacer lo que le gusta y eso es realización personal, lo cual es magnífico siendo pobre y eso me posiciona en un lugar de privilegio, pero un privilegio al tres y al cuatro, hacer arte aquí tiene su dificultades pero prefiero no centrarme en ellas.
-¿Cuáles son tus luchas políticas personales y de qué manera se reflejan estas en tu trabajo?
Yo me siento comprometido con una visión crítica de la sociedad, donde me cuestiono muchas cosas, mi identidad, mi sexualidad, cómo relacionarme y la historia que nos contaron. Pero vengo desde las poblaciones, donde me siento perteneciente a un paisaje simbólico y habito ese espacio como lugar de enunciación, lo cual me da una perspectiva de clase y a la vez conecta con la memoria del territorio, porque esas poblaciones donde me crié no nacen de la nada, son parte de los flujos migratorios de norte y sur, y sobre todo marginación social. Lo que veo, es un movimiento social complejo, que ya no se limita solo a la perspectiva de clase, si no que se reflexiona así mismo desde distintas capas y tiempos históricos, una simultaneidad de perspectivas que apuntan a una reflexión crítica sobre las distintas luchas en torno a cómo habitamos y cómo nos relacionamos para repensar la sociedad de la que somos parte y la que queremos construir. Entonces, también me voy empapando de reflexiones que voy escuchando y me tocan y otras que quizás no me tocan directamente pero es necesario también tenerlas presente, porque somos seres diferentes viviendo juntxs. En mi práctica artística busco hacerme cargo de eso que veo, que me parece muy interesante que suceda. Por eso, en mi trabajo de murales juego con muchos personajes que me dan la posibilidad de ir armando relatos desconfiados de la historia local tocando distintos puntos que me interesa poner en cuestión y encuentro necesarios de visibilizar.
-¿Cuáles han sido tus principales referentes artísticos? ¿Cuál es tu mural favorito y cómo ha influido este en tu obra?
Tengo un concepto ampliado del arte, donde mis referencias artísticas muchas veces no vienen del mundo artístico netamente y han ido cambiando en el tiempo. Pero me gusta harto sacarle el rollo a lo popular, esa manera en que la gente soluciona creativamente las necesidades que se presentan, todo ese ingenio que emerge y se relaciona a la necesidad de suplir carencias con dignidad, no tengo eso que quisiera pero me la ingenio pa’ conseguir algo que lo reemplace, haciendo suple, inventado objetos, híbridos varios. Me gusta el coa porque, a veces, el lenguaje que manejamos no alcanza y brota esa poesía en clave marginal. Me gusta la feria, el persa, toda esa ciudad que se arma y se desarma, sus carritos, sus olores y colores, los amarres, el grito, los cachureos. Me gustan las ollas comunes, me gustan las mingas, me gustan los carnavales, ir al cerro, sentir el mar, el olor a tierra húmeda y la frescura del bosque nativo, conocer animales que nunca he visto, me gusta mucho andar en bicicleta y el viento en la cara. Siento que eso es importante y marca profundamente la mirada de cómo hago las cosas. Me gustan las imágenes que no brotan precisamente de los creadores de imágenes.
Pero también me gusta el arte y mis referencias son variadas. Y artistas que trabajan en esa perspectiva hay muchos a los que les sigo la huella, como Ernesto Oroza, cubano que hizo una recopilación de estas creaciones hechizas realizadas a causa del bloqueo económico y que da inicio a lo que se le conoce como diseño cubano. En una línea parecida está el trabajo del colectivo TUP, que llevan varios años insistiendo desde un arte con sabor poblaciones vinculado a lxs vecinxs. Me influencio de la escritura de Silvia Rivera Cusicanqui en torno a la sociología de la imagen y cómo pensarnos desde aquí, o el pensamiento de Claudio Alvaro Lincopi sobre la revisión de la historia e identidad desde una perspectiva mapuche y el llamado a que la izquierda se descolonice.
Me gusta el libro “El Río” de Alfredo Gómez Morel, novela autobiografía de quien fue choro internacional y en su libro habla de ser huacho en Chile y la experiencia de criarse a la mala bajo los puentes del Mapocho de esos años. Me gusta la escritura de la Daniela Catrileo en su libro “Piñen” y su mirada champurria de la periferia y vivir en block, me gusta la poesía rabiosa y poblacional del mapurbe de David Aniñir. Me gusta el trabajo que hace la Galería Metropolitana en la PAC desde una perspectiva de barrio en torno al arte contemporáneo alejada del cuiquerío al que tan acostumbrado está el circuito del arte. Me gusta la calle, el lápiz y la lengua filosa de Pedro Lemebel y toda la carne y cuerpo de ese mundo cola ácido que nos presenta, me gusta el trap de DirtyLepra que le pone flow a la crítica social para perrear con conciencia, me gusta el trabajo que están haciendo las cabras de Graffitodas que se organizan para pararse en un circuito grafitero entero perkin en los temas de género. Me gusta el trabajo de la Stfi, que pinta la morenidad y la multiplicidad de cuerpas de las mujeres que aquí habitan. Me gusta la Violeta Parra y todo su trabajo multidisciplinario que es inmensamente importante para todo lo que vino después de que decidió irse, la poesía empapada de realidad de Víctor Jara y todo el legado de humanidad que dejó. Podría seguir pero me cuelgo a las palabras que dijo hace poco la curadora Loreto Gonzales en una entrevista “No tiene sentido trabajar en el arte si una no lo milita. Y yo no pertenezco a un partido, mi militancia es el arte”.
En cuanto a mi mural favorito, aún no lo conozco, pero el trabajo que tengo siempre presente en mi práctica es el de Waman Puma Ayala quien realizó una carta de 1000 páginas con más de trescientos dibujos, escrita por allá por el año 1600 en el territorio andino del virreinato del Perú, enviada al rey de España. Quien no le dio ni bola y apareció hace algo así, como 100 años en una biblioteca en Dinamarca. Ahí se muestra la forma de vida y la organización social de Los Andes, previo a la llegada de los hispanos. Pero también todo el proceso de imposición ideológica y el desastre cultural que trajo la colonización. Un documento histórico que buscaba denunciar y dejar testimonio de lo que aquí pasó y 500 años más tarde sigue sucediendo.
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